Los ingleses y la victoria española

Vivo rodeada de ingleses, mi hijo abogado tiene un porcentaje muy alto de clientes ingleses, les conocemos bien. Así es que aunque no somos aficionados al fútbol, ayer deseamos con todas nuestras fuerzas que España les derrotara.

Ellos no sólo no nos aprecian, sino que están aquí desde hace cuarenta años y no han aprendido a decir “buenos días ” porque nos desprecian, viven en España como si fuese una de sus perdidas colonias. Tienen sus bares, tiendas, constructoras, clínicas, etc. Comen en sus espantosos restaurantes esa bazofia que se tragan, no pisan un museo, ni una catedral. Son unos piratas y van borrachos por la carretera desde las nueve de la mañana. Son feos, se casan con mujeres viejas y feas, no respetan ni las reglas de tráfico de nuestro país. Envejecen muy mal: ellos se transforman en mujeres decrépitas y ellas parecen mineros jubilados. Creen que las leyes españolas no están hechas para que ellos las cumplan y te lo dicen con la arrogancia/grosería que les caracteriza. Están convencidos de que un carnicero de Manchester es más digno de pleitesía que un magistrado español.

Son tan racistas y déspotas como Hamlet, estos hijos de la Gran Bretaña, fueron derrotados anoche por la “superioridad española” y yo lo celebré con mi hijo con Moet Chandon.

A N A  M EG Í A S

La vergüenza de los Goya

Pedro Almodóvar creó una offshore en Panamá para no pagar impuestos, pero basta que se suba al escenario para defender las subvenciones al cine porque, de ese modo, se pagan muchos impuestos, para que todos los titiriteros aplaudan con las orejas… En fin…

-Francisco Cambronero-

Esto es completamente cierto, como que ha hecho una fortuna gigantesca, parte de la cual perdió en la bolsa de USA especulando en el caso Bernard Madoff…

Pero pretende vilipendiar al político que le señaló su indiferencia con respecto a la situación de los agricultores, a los que han definido como empresarios (fachas)… ¡Ellos! ¡Los del oficio más traicionero del mundo, donde las puñaladas traperas contra el que puede hacerles sombra ocurren desde las Escuelas Superiores de Arte Dramático! Ellos dando clases de moral!

Gente que no lee más que los guiones de las películas que hacen o el texto de las obras que representan. Que huyen de las asignaturas teóricas, como literatura Dramática o Dramaturgia, en favor de las prácticas. Que no tienen ni idea de la Historia del Comunismo en el planeta. Que, salvo alguna excepción, no cogen un libro de ensayo en su vida…

Esos, pidiendo que Israel cese la guerra en Gaza, con discursos y pegatinas, un país donde jamás podrían hacer una película de las suyas, donde a todos los homosexuales los encarcelarían en mazmorras medievales.

Esa gente que no tuvo una frase de condolencia hacia los guardia civiles asesinados, masacrados, porque el ministro Marlaska no proporcionó los medios para reparar las embarcaciones estropeadas y esos “héroes” tuvieron que enfrentarse a los narcos con zodiac de cinco metros. Pues oigan, ni una palabra en los Goya, donde si se utiliza el dinero de nuestros impuestos para pagar una ceremonia grotesca, presentada por una peste de actriz, y unos gays vestidos de mamarrachos, todos encantados de haberse conocido, creyéndose la conciencia de España, aupados y financiados por la televisión pública que pagamos todos los españoles.

Haciendo los honores al sicópata que nos gobierna que llegó con su Falcon a la Gala, él y los comunistas de su ejecutivo, la vicepresidente y el ministro de Cultura. Y en lugar de ir a Barbate, a acompañar a los familiares de las víctimas, temió que le partiesen la cara y huyó a Valladolid a que los cómicos le rindiesen la pleitesía que alimenta su egolatría.

Son una mafia de cobardes. Salgan ustedes a la calle y pregunten a la gente cuantas películas de cine español han visto durante el año. ¿Y los que han visto algo qué les dirán? “La sociedad de la nieve”, y porque está en Netflix.

¿Han visto cómo están las salas donde se proyecta su cine? Yo se lo cuento: “vacías”.

A N A  M EG Í A S

Teoría de la Deshumanización a través del periodismo

¡A matar se ha dicho! La cacería humana nunca termina.

No hablo de los que se dedican al oficio (por llamarlo de alguna manera) del periodismo. Sino al público. Y me hace gracia lo que veo. Pero me jode.

Hace algo más de 20 años recuerdo que vi uno de esos horribles documentales de guerra, las víctimas civiles, etc. Concretamente, iba sobre Afganistán. Muchos testigos relataban experiencias terribles con los talibanes y blablabla. Me acuerdo que se lo comenté a mi padre y él me dijo –no lo olvidaré nunca– que eso siempre pasa. Siempre que Estados Unidos quiere hacerle la guerra a alguien, previamente tiene que cargar las tintas, sobre todo en la televisión; necesita apoyo y legitimidad por parte de la gente, y para eso hay que deshumanizar al enemigo como sea.

Tenía razón. Pensé que efectivamente, un par de años antes había ocurrido igual con lo de Kosovo. Y poco después pasó lo mismo con Irak. Y más tarde Siria. Y más tarde Libia. Y hace poco Ucrania. Y ahora Israel.

Y me hace gracia (pero me jode) cuando los periodistas le colocan a la plebe vídeos asquerosos de muertes en directo y la gente se pone muy dramática, y muy indignada, y muy hiperbólica. ‘Jamás nadie le había hecho algo tan monstruoso y tan brutal a alguien, qué horror’ y esas cosas.

Venga, no me jodáis. Cualquier barbaridad por salvaje que parezca ya se le ha pasado por la cabeza a algún desgraciao, y lo que es peor, ya la ha llevado a cabo. Y la ha filmado. Y los periodistas ya la han enseñado. Pero la gente tiene la memoria muy corta. Y la frivolidad muy larga.

Alguien ahí arriba quiere hacer la guerra. Y necesita el beneplácito del populacho. Me parece bien (aunque me jode), pero eso sí, el mío no lo va a tener. No me voy a colocar ninguna banderita. Seguiréis con vuestras masacres por los siglos de los siglos, pero a mí no me vais a implicar.

Los de arriba nunca se lían a tiros entre ellos, y siempre usan a gentucilla para sus masacres, y siempre las padecen un montón de infelices que pasaban por allí. Eso ha sido así y va a ser así siempre, cosa que acepto. Es tiempo de cosecha y arriba exigen sacrificio de sangre (les da igual de quién). También lo asumo.

Pero lo que más me jode es cuando veo a personas a mi alrededor a las que yo creía racionales, sensibles, competentes, preparadas e incluso listas, uniéndose a la turba borreguil y soltando con vulgar ligereza ‘¡pues que los maten a todos!’ Gracias a estas personas (que son mayoría), convertidas de pronto en zombis deshumanizados, las guerras siempre contarán con el visto bueno de los idiotas. Esa es la única labor del periodismo. Deshumanizar a la gente. Convencerles de que el disparate más atroz es lo mejor para todos.

Y por supuesto, ni media palabra de los diez o doce países que están en guerras verdaderamente abominables desde hace años, con cientos de miles de muertos y con esas escenas que tanto impresionan al gentío produciéndose a diario. No. Esto va de conmoverse sólo un ratito y sólo de unos pocos. Al final, la cosa se trata únicamente de entretenimiento. Un oscuro circo de los horrores que los periodistas jalean y los espectadores disfrutan (a su manera), supongo que por morbo, y por la satisfacción de saber que eso tan horrendo no les está pasando a ellos.

Esos circos no son de mi agrado (me niego a ver imágenes de ningún asesinato real). Y habrá que aceptar que la borregada guste de ellos, qué le vamos a hacer. Y también que jamás sean un poco curiosos e investiguen mediante libros, películas y documentales que este modelo de actuación (atrocidad-exposición de atrocidad-indignación popular-invasión-guerra-matanza total) está más que inventado.

OK. Pero me jode.

Función sin final

Leo los artículos de opinión y me parecen todos un ejercicio de ficción. No hay nada que hacer, una banda de malhechores va a destruir nuestro país, nuestro Estado, y sus habitantes están aplaudiendo con las orejas. Esos socialistas que los columnistas de ABC distinguen como si fuesen “decentes”, por ejemplo Page, dicen, con la boca pequeña, que no les gustan Puchimon ni Bildu, pero como no hay más remedio… O sea, el fin justifica los medios, el Poder por el Poder, con quien sea, en el infierno, Lucifer al mando y cualquier asesino se justifica de aliado para seguir mandando por los siglos de los siglos.

Vamos a seguir viéndole la cara al psicópata cuatro años más y eso es todo. No se me quita la sensación de asco y desesperanza que me invadió la noche del 23J y en esas sigo, es como una enfermedad. No me interesa ninguna noticia ni especulación política. Sucede como un guión cinematógrafico muy mediocre, ya sabemos el desenlace, los actores son todos muy malos y se van a interpretar a sí mismos. Resulta repugnante pero no podemos salir del cine: han bloqueado las puertas, como hacía Goethe en el teatro, en Alemania, y tenemos que contemplar la función sin límite, sin final.

A N A   M E G Í A S

Teoría de Los paraísos efímeros.

Existe en la geografía andaluza un paraje que ejerce sobre mí gran embrujo desde que era pequeño. Y seguramente lo ejerza porque pasé mi infancia allí, y los buenos recuerdos me abruman cada vez que lo visito. Se trata de Cánava, un santuario humilde emplazado en un pueblo de poco más de mil habitantes llamado Jimena. Y paso a describíroslo.

Al margen de la ermita que da nombre al lugar (y que no es gran cosa, al menos a nivel estético, que me perdone el Señor), Cánava es una especie de plaza pública cubierta toda ella de árboles –supongo que pinos– y empedrada con unas losas gris oscuro muy características, jalonada con varios jardines de macetas aquí y allá, con un pilar de agua cristalina y gélida, y con un bonito escenario para actuaciones, conciertos y verbenas.

En en lado izquierdo varias puertas enrejadas ocultan las casas señoriales de quien quiera que viva allí (jamás tuve ningún contacto), un local de ocio nocturno que lleva alrededor de un cuarto de siglo sin funcionar, y un pequeño patio con columpios para los críos (lo único que está abierto).

A la derecha, la mencionada iglesia y, adjunta a ella, una casita que pertenece, según deduzco, al cuidador de este parque. En frente y cruzando la carretera, un bar de pueblo, un pub (también de pueblo) y subiendo la cuesta, la piscina municipal.

Cuando en Jaén el verano provoca la desesperación del más paciente, en Cánava la sombra de la vegetación que cubre todo el jardín constituye un auténtico oasis, y el canto alegre de los pajaritos y el sonido confortante de la fuente que mana directamente del arroyo cercano hacen que allí, el verano sea hasta agradable. 

Y vale, a lo mejor no son los pénsiles de Babilonia, pero tenéis que imaginarme a mí sentado cerca del pilar, leyendo tranquilamente durante una hora o dos, dándole un sorbo al caño de vez en cuando (agua helada, insisto), cuando allá afuera, apenas a unos metros, el Sol te abrasa.

¿Por qué os cuento esta historia con tanto pormenor? Porque los paraísos que nos encontramos a veces, pequeños y vulnerables paraísos, merecen ser descritos con cariño, con detalle, con gusto. Porque no son monumentales edificios gigantes de cientos de millones de dólares de costo, ni máquinas de acero indestructibles.

Son sitios frágiles, perecederos, hermosos. Y mi recomendación para vosotros es que gocéis todo lo que podáis de estos lugares sagrados. Porque nuestra vida cotidiana (la de la mayoría) está plagada de agobio, de fealdad y de prisas. Siempre vamos de acá para allá con propósitos muy concretos; pocas veces vamos a un sitio y permanecemos en él por el puro placer de hacerlo. Pero mi consejo es que lo hagáis más a menudo. Y no hay que irse muy lejos, ni tomar un tren o un avión. Existen remansos de paz bellos y singulares muy cerca, probablemente poco valorados por los que pasan alrededor. Y debemos disfrutarlos mientras podamos… solos o en compañía de seres queridos.

¿Por qué? Porque tarde o temprano vendrá un cabrón y lo pisoteará. ¿En esa delicadeza radica su hermosura? Ni idea, sólo sé que pronto llegarán unas personas muy listas amantes del progreso y la eficacia (y la pasta) y arramblarán con todo sin piedad. O eso, o las buenas personas anónimas que se encargaban de cuidar el paraje mueren, o se cansan, o son sustituidas por alguien más “eficiente” y ecosensible; y entonces aquel paraíso, de la noche a la mañana se esfuma, deja de ser. Se convierte en un dulce recuerdo y no vuelve jamás.

Y entonces el cementerio de Mancha Real, histórico, cuidado, sosegado y bello, cubierto de lápidas preciosistas, algunas de varios siglos de antigüedad, vigiladas por panteones igualmente impresionantes, a la vez que los árboles hacen del camposanto un lugar fresco y tranquilo para estar, SERÁ DESTRUIDO, sus losas arrancadas y su armonía arrasada. Y ya no lo podrás admirar nunca más. Y no busques la razón de este ensañamiento gratuito y cruel porque no la hay. Tampoco te esfuerces demasiado por protegerlo, no servirá (creedme). Acéptalo. Busca otro nuevo paraíso con que deleitarte, y gózalo todo lo que puedas mientras puedas. Pues no durará para siempre.

Una mirada de reproche (2ª parte)

El personaje de K (interpretado por Tommy Lee Jones) sabía perfectamente que vivimos en Ultranemia.

Santaflow, en su Nana al decadente, dice así: ‘Ya no puedo soportar esta sociedad infantilizada’.

¿Que la sociedad se ha infantilizado? Eso es falso. La sociedad se ha “adolescentizado”. El niño es un ser alegre, voluntarioso, confiado, agradecido, que disfruta y hace disfrutar.

El adolescente, en cambio, es un depresivo inseguro y quejón, ignorante de todo pero engreído hasta la médula, gandul, ingrato, caprichoso y preocupado por frivolidades idiotas, y por su apariencia, y por lo que digan los demás de él, y por satisfacer en todo momento sus deseos inmediatos, y por placeres físicos instantáneos, y por tenerlo todo y a todos bajos sus pies. Y aún así, gozando de todo a todas horas, es un infeliz.

Esa es la sociedad hoy en día. No niños (ojalá). Sino niñatos lloricas e hipersensibles. Y otra cosa, los niños aún conservan y cultivan su individualidad: exploran sus gustos, su personalidad, sus miedos…  Los adolescentes necesitan furiosamente una pandilla en la que fundirse y renunciar a ellos mismos en pos de la manada.

Y a esa gentuza de ahí arriba le viene bien. Quieren destruir la individualidad, la responsabilidad y la libertad, así de simple. La mía no la van a tener, pero… qué barato habéis vendido la vuestra. La habéis regalado, y ni siquiera sabéis a quién.

Rematemos con una frase del agente K en la peli MEN IN BLACK:

El individuo es listo. La masa es un animal miedoso, idiota y peligroso.

Una mirada de reproche (1ª parte)

LIGHTYEAR o Pixar tocando fondo

Daremos comienzo con unas líneas de la película EL MANANTIAL, en la que el personaje de Roark (interpretado por Gary Cooper) realiza este alegato:

La mente es un atributo del individuo; es inconcebible que exista un cerebro colectivo.

El hombre que piensa debe pensar y actuar por sí solo; la mente razonadora no puede funcionar bajo ninguna forma de coacción. No puede estar subordinada a las necesidades, opiniones o deseos de los demás. No puede ser objeto de sacrificio.

El creador se mantiene firme en sus convicciones; el parásito sigue las opiniones de los demás.

El creador piensa; el parásito copia.

El creador produce; el parásito saquea.

El interés del creador es la conquista de la naturaleza; el interés del parásito es la conquista del hombre.

El creador requiere independencia, ni sirve ni gobierna. Trata a los hombres con intercambio libre y elección voluntaria; el parásito busca poder. Desea atar a todos los hombres para que actúen juntos y se esclavicen.

El parásito afirma que el hombre es sólo una herramienta para ser utilizada, que ha de pensar como sus semejantes y actuar como ellos, y vivir la servidumbre de la necesidad colectiva prescindiendo de la suya.

Fíjense en la historia: todo lo que tenemos, todos los grandes logros han surgido del trabajo independiente de mentes independientes. Y todos los horrores y destrucciones, de los intentos de obligar a la humanidad a convertirse en robots sin cerebros y sin almas, sin derechos personales, sin ambición personal, sin voluntad, esperanza o dignidad… es un conflicto antiguo, tiene otro nombre:

Lo individual contra lo colectivo.

Pero va a ser que no. ¿Cómo te atreves a tener ideas propias, a discrepar del grupo, a rebatir la voluntad común?

Pliégate, rebájate, humíllate, póstrate. No ante Dios, sino ante lo que nosotros digamos. ¿Quiénes somos nosotros? Nosotros somos todos. Todos menos tú, claro. O tú también, pero en una versión reducida, anulada, obediente, zombificada.

Tú no eres nada sin nosotros. ¿Y con nosotros? Entonces formas parte de nosotros, es decir, que tampoco eres nada.

A callar, a agachar la cabeza, a no opinar, a no discurrir, a no tener discernimiento propio. Si quieres resolver alguna duda, consulta al rebaño, él te guiará. En cómo actuar, hablar, pensar e incluso sentir.

El más lento y el más inútil del grupo marcará el paso. Te adaptarás a su ritmo, hasta que seas lo más parecido posible a él. Y la voz, la voz la tendrá alguien que no seas tú (ya lo decidirá el grupo… sin ti).

De este modo emplearás tu dinero en lo que te aconsejemos. Pasarás tu tiempo libre en los lugares que te escojamos nosotros. Votarás al partido que más te convenga, según el criterio colectivo naturalmente. Te pincharás por propia elección una sustancia que te prohibimos siquiera preguntar qué efectos te ocasionará. Gritarás ‘¡guerra!’ unos días y ‘paz’ otros, a favor de unos y contra otros según los vientos. No creerás en nada inmaterial, ya te diremos a qué profesar devoción, y quiénes serán tus Mesías. Y cuando digamos de cambiar todo eso, tú cambiarás de la noche a la mañana y te olvidarás de todo aquello, como con un chasquido de dedos mágico.

Y como se te ocurra no hacernos caso hasta el más mínimo detalle, prepárate. No te mataremos, ni te llevaremos a la cárcel, ni te cancelaremos, ni tan siquiera te insultaremos.

Te juzgaremos pero no en la corte, sino que te miraremos con el ceño fruncido. Te echaremos una mirada recriminatoria. Para que te avergüences de ti mismo, para que reflexiones y te arrepientas bien. Por hacer gala de criterio singular e individual, por tener ideas y querer llevarlas a cabo, por razonar, por poner en duda, por disentir, por salirte un poco del camino trazado, por ser humano.

El símbolo de la tiranía y la opresión total de nuestro futuro inmediato no será una esvástica ni una hoz y un martillo. Ni tan siquiera será el hexágono o el circulito ese de la Agenda satánica.

Será una mujer negra mirándonos con desaprobación.

No es bueno para ti que preguntes demasiado,
que te alejes de la senda del perfecto ciudadano.


Matrimonio soso, trabajo precario,
y en tu mente la quimera de que te hagan encargado.


Tampoco te conviene darle demasiadas vueltas
a los hechos, que al pensarlos se convierten en problemas.


Deja que el mundo siga su curso
y continúa tu camino en silencio y a lo tuyo.


No cometas el error de alterar las directrices
en que se apoya la gente con quien vives.


Es preferible la injusticia al desorden,
decía el abuelo al abrocharse el uniforme.


Tu conducta inquieta a los vecinos,
te señalan por la calle quienes fueron tus amigos.


Esto ya era así antes de que tú nacieses,
no le des más vueltas, ¡calla y obedece!

 
No es aconsejable desconfiar del dirigente,
sagrado timonel de tu destino y tu suerte.


Él piensa por ti para que tú no pienses nada:
con un cerebro sobra para toda la manada.


Enturbias con tus dudas la imagen del míster
y encima pretendes que nadie te vigile.


Esto ya era así antes de que tú nacieses,
no le des más vueltas, ¡calla y obedece!

 
Sigue con los sellos en la estafeta,
mejor ser anodino que profeta.
Quítate de la cabeza esas tonterías,
¡tampoco es tan incómodo vivir de rodillas!

PORQUE ESTÁS EN ULTRANEMIA

VIVIRÁS EN ULTRANEMIA

HAS NACIDO EN ULTRANEMIA

Y te morirás de asco bordando con tu tedio su bandera.

Testimonio real de una refugiada ucraniana en España

Mi hijo Israel ha conocido a una señora ucraniana que ha llegado a Fuengirola con dos hijos pequeños y como está casado con una bielorrusa pudieron hablar en ruso con ella.


Dicha señora y sus hijos llegaron vestidos de crudo invierno, con los pantalones y las faldas ajados y rotos porque caminaron muchos kilómetros hasta llegar a la frontera donde pudieron subir a un autobús de una ONG malagueña. Cuando llegaron a Málaga, después de muchas horas, tomaron el tren a Fuengirola donde un amigo italiano les prestó un apartamento. Llegaron muertos de cansancio y hambre, se fueron a un chiringuito del Paseo Marítimo y allí pidieron un calamar porque nunca lo habían probado y querían conocer su sabor.


La camarera, ucraniana como ellos, les buscó el más grande del restaurante y pidió que se lo cocinaran a la brasa. Mientras el calamar se asaba donde los espetos, comenzaron una conversación con mi hijo y su mujer en ruso. Les contaron que Málaga era el infierno, que la ONG les había tratado como ganado durante el viaje y cuando llegaron a la ciudad les abandonaron en medio del parque sin prestarles ayuda de ningún tipo, desorientados sin hablar nuestro idioma, buscaron durante horas la Estación de tren para ir a la Costa hasta que la encontraron, sin ayuda de nadie, en Ucrania les habían dicho que España los acogería con cariño y escolarizarían a sus hijos, pero les habían tratado como a animales y les habían abandonado a su suerte. Mi hijo y su mujer les recomendaron que se dirigieran a la policía nacional y allí contaran su historia por si los funcionarios les ayudaban.


Esta realidad no sale en la televisión, ni en los periódicos, las ONG cobran las subvenciones y hacen su negocio, mientras maltratan a los refugiados de una guerra terrible, mujeres y niños en su mayoría, sin piedad, sin un gramo de conmiseración, dejando tirados a estas pobres personas que huyen de la muerte con la esperanza de que España les acoja.

Por Ana MEGÍAS CALERO

Teoría del Laberinto

¿Cuál es la diferencia entre un tonto, un ignorante y un loco?

Un enorme e intrincado laberinto es recorrido por tres individuos. El laberinto está plagado de señales y pistas que indican cómo hallar la salida, aunque también hay trampas mortales, igualmente señalizadas.

El individuo ignorante es medio analfabeto. No tiene los conocimientos mínimos para poder leer las advertencias que señalan los peligros del laberinto, ni su salida. Por tanto, queda atrapado en él.

El tonto puede leer lo que dicen las señales, pero le cuesta interpretar las pistas que ofrece. No se entera de los acertijos ni de nada, además le duele la cabeza nada más empezar a esforzarse por hacerlo. De modo que queda atrapado también.

El perturbado es muy listo y culto, así que esquiva las trampas y logra encontrar la salida con facilidad. Pero al llegar a ella, sin ningún motivo y de hecho sin saber él mismo por qué, se da la vuelta y regresa al laberinto. Es más, se lanza adrede a una de las trampas mortales. Así que nunca sale del laberinto.

CONCLUSIÓN: ser tonto, ignorante y estar loco es exactamente lo mismo.

Teoría del Avión sin piloto

Imagina un enorme avión de pasajeros, no con cientos de plazas, sino con decenas de miles. Es casi una fortaleza flotante, y se desliza por el aire sin mayor novedad, más que alguna turbulencia ocasional.

Tú te sientes cómodo y a salvo, estás sentado en tu butaca, en tu pequeño espacio, rodeado por los demás pasajeros, que se sienten más o menos igual que tú. Muy de vez en cuando, se oye empezar una discusión, pronto aplacada por las azafatas. Todo parece ir muy bien.

Pero algo no te cuadra. De repente, te surge la necesidad de hablar con instancias mayores que las de los auxiliares de vuelo, te sientes intranquilo, te entran los nervios.

Te levantas, te decides a ir a visitar la cabina de mando, quieres hablar con el comandante, tienes que averiguar quién pilota el aparato, y por qué lo está haciendo así y no asá.

El personal te intenta disuadir: primero tus amigos, luego otros pasajeros, más tarde las azafatas… Sigues tu camino hacia la verdad.

Abres la puerta del compartimento de los pilotos. Efectivamente y como temías, no hay nadie. La cabina está vacía. Un gigantesco cuadro de mandos repleto de botones, palanquitas e indicadores ininteligibles se halla ante ti sin que nadie lo opere. El espacio infinito en el parabrisas, los asientos vacíos, y unos mensajes de radio que no son recibidos por ningún ser humano.

Aquella imagen de horror te impacta y tratas de hacerla saber al resto del pasaje. Pero te da vergüenza proclamarlo a viva voz, así que hablas con sólo una azafata en privado y en voz baja, que te ruega vuelvas a tu lugar. Allí, se lo comentas a tu acompañante, que se ríe; luego a los viajeros de la fila de atrás, que se mosquean contigo, y te reprenden por propagar mentiras e incitar al pánico.

Finalmente, pides una bebida fuerte, te la bebes rápido para conseguir un efecto sedante, y te quedas inmóvil y en silencio, mirando por la ventanilla el ningún sitio al que vais todos en esa nave sin piloto.

Así es como estamos. Creemos –porque así nos lo han hecho creer desde que vinimos al mundo– que formamos parte de un sistema de raíles humanos, perfectamente estudiado y de funcionamiento infalible, en donde nada ni nadie se desvía de su rumbo ni un milímetro. Donde cualquier falla es detectada al instante por cámaras de seguridad y personal policial y judicial, que actúan de inmediato para resolver el problema y proseguir con el rendimiento de esta genial máquina incapaz de error.

Nadie puede dañarnos, nuestro trabajo está protegido y nuestra hacienda custodiada por un banco y a salvo. Ningún delincuente conseguirá jamás burlar la vigilancia, y ningún desastre natural o accidente alterará el flujo de los movimientos de la sociedad, pues las calles se limpiarán en seguida, y los daños reparados. La administración, el gobierno, el estado o como cada uno llame a los encargados de organizar el funcionamiento global, operan a pleno rendimiento, y no existe la posibilidad de que un funcionario público, sea el que sea, no trabaje por y para la mejora constante de este sistema.

Pero evidentemente esto es una ficción. Y esto no se puede saber hasta que no se alcanza cierta edad y hasta que no se conoce (de verdad) a gente suficiente. La sociedad toda ella, y aun la civilización en su conjunto, están perennemente caminando por un cable de una pulgada de grosor, sobre un oscuro abismo a punto de engullirnos a todos. Vivimos constantemente y toda nuestra vida en un barco que se está hundiendo pero que no nos apetece abandonar (ni arreglar), y seguimos tocando música con los ojos cerrados, como la orquesta del Titanic.

Y si la sociedad no se entrega más a menudo al caos más primitivo y salvaje, es precisamente gracias a esa ficción. Es la ilusión que tiene la gente (voluntariamente aceptada) de que todo marcha según lo previsto, que no se viene abajo todo. ¿Reunirnos todos, hablar y cooperar para intentar reparar el navío? ¿Detener la máquina unos días para evaluar los merecimientos reales (y por ende los castigos) que todos y cada uno debemos tener de acuerdo a nuestro trabajo y nuestra actitud? En fin, ¡¿Sanear todo esto?!

No. Huimos hacia adelante. Toda nuestra vida. Sumergiéndonos más y más en unas aguas cada vez más negras. Una sociedad empapada de gasolina y sosteniendo temblorosa una cerilla encendida es lo que somos, donde la gente trabaja a diario sin querer ver el desastre y la ruina que pende sobre ella, donde ese “no querer ver”, donde esa ilusión de eficacia, de perfección, de funcionamiento óptimo es lo único que nos separa de la jungla y el horror total.

Por cierto que recientemente esa ficción (siempre frágil, por su propia naturaleza) se ha tambaleado seriamente, y por eso cunde el pánico, y por eso se avecina una catástrofe que, una vez más, nadie querrá mirar. Como los niños pequeños que jugando al escondite se tapan los ojos porque creen que así nadie les puede ver. El incendio es inminente, pero veremos a toda la gente más preocupada por danzar alrededor del fuego que por apagarlo.