Libros que leí: LA REVOLUCIÓN RUSA (E.H.Carr, 1979, Reino Unido).

En fin, quién me manda a mí, sin tener referencias de ninguna clase. Acabo de terminar de leerme un libro titulado La revolución rusa y en él no se le dedica una sola palabra al asesinato de la familia real. No digo un capítulo; no digo un párrafo; no digo una línea.

El pedazo de cabrón este Carr no escribe una palabra acerca de cómo Lenin ordena personalmente el asesinato a traición y a sangre fría (y en secreto, al estilo soviético) del zar, de la zarina, de sus cinco hijos –incluyendo al zarévich de 13 años de edad–, de su mayordomo, de su cocinero, de su médico personal, de su institutriz y de su perro (matan hasta a los perros…).

Y el tío tiene los británicos huevos de escribir un libro con el título La revolución rusa… Y otro tío tiene la poca vergüenza de publicárselo… Y mi padre cometió el fallo de comprarlo y conservarlo… (ese error ya está arreglado, como bien se aprecia en la foto de cabecera.)

Si decidí acabarlo, fue porque mi mente a veces tiene dificultad para aceptar ciertas cosas. Y siempre alberga ingenuas esperanzas de que si un mamón inglés de Oxford estudia los hechos históricos relevantes relacionados con la revolución bolchevique y decide escribir un libro sobre el tema, pues tenga la decendia de mencionar ese pequeño detalle.

Pero de eso nada. Dedica –haciendo gala de estilo plomizo y pedante– docenas y docenas de páginas a constatar las discusiones interminables y vericuetos verbales y discursos y pullas y campañas que se hacían unos a otros para decidir la suerte del desventurado pueblo ruso.

Disculpa a los dirigentes las hambrunas de proporciones bíblicas que provocaron, lo típico, aduciendo falta de previsión, o inocentes errores que podrían haberle pasado a cualquiera… Se empeña en no tacharlos de ineptos despreciables a los que les importaba una mierda si, por conservar el poder y por lograr todos sus chiflados objetivos, se moría media Rusia (y efectivamente, cayeron por millones).

Desprecia a Stalin y admira a Lenin, vaya percal. Es como odiar a Drake y admirar a Barbanegra.

Tampoco sé por qué profesa una odiosa animadversión hacia ‘los campesinos’, describiéndolos como supersticiosos y tercos (casi comparándolos con animales), culpables de retrasar la “colectivización” –que traducido a nuestro lenguaje quiere decir ‘saqueo sistemático a gran escala’ y no otra cosa–. Un desprecio típico de académico urbanita, asquerosamente clasista.

Vale que puedo admitir que en los años setenta, el comunismo se hallaba en la cúspide de su prestigio mundial (o lo que es lo mismo, cuando sus colosales mentiras tuvieron más calado internacional). Pero de ahí a escribir cosas como esta: El obrero soviético, e incluso el campesino soviético, era en 1967 una persona muy diferente de lo que habían sido su padre o su abuelo en 1917. Difícilmente podía dejar de ser consciente de lo que la revolución había hecho por él; y eso pesaba más que la ausencia de unas libertades que nunca había disfrutado ni soñado en disfrutar. La dureza y la crueldad del régimen eran reales. Pero también lo eran sus logros.

Ea, para qué iba a querer nadie libertades que al fin y al cabo podía pasar sin ellas, e incluso mucha gente estaba más a gusto sin imaginarse tonterías de poder decir lo que quisiera y hacer con su vida lo que le pareciese, bah, vaya estupidez. Y bueno, los logros, qué decir de los logros. A la vista están los grandes logros humanos aportados por el marxismo.

Este sujeto que esparció su basura intelectual por universidades de supuesto renombre, siendo uno de los muchísimos sembradores en Occidente de lo guay que es ser comunista (pero nunca ejerciendo realmente, ni por supuesto viviendo en un país del área soviética, válganos Dios), firma un libro que podríamos calificar como ‘triple A’: Abyecto, Amoral y Asqueroso.

Remata su última página con la única frase indiscutiblemente verdadera de entre todas sus gilipolleces: Pero [la revolución] ha producido repercusiones más profundas y más duraderas en todo el mundo que cualquier otro acontecimiento histórico de los tiempos modernos. Y es que cien millones de muertos, incontable hambrunas, deportaciones masivas, regímenes totalitarios y un mundo plagado de guerra y miseria quieras que no produce repercusiones muy muy profundas.

Que el fuego purifique estas deleznables sandeces.

2 comentarios en «Libros que leí: LA REVOLUCIÓN RUSA (E.H.Carr, 1979, Reino Unido).»

  1. Estupendo artículo, son muchos los libros escritos por los escritores de izquierda que justifican el horror que supuso el comunismo soviético. Es indignante que esos panfletos engañen a los incautos y falsifiquen la historia de manera tan torticera.
    Haces muy bien, Jachi, denunciando a este energúmeno inglés

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