Libros que leí: EL NECRONOMICÓN (H.P.Lovecraft y otros autores, 1996, Estados Unidos).

Este libro, pese a no contar casi con ningún texto escrito por el de Providence, es todo un chute de mitología lovecraftiana: que si loto negro, que si culto a Dagon, que si ciudades prohibidas, que si dioses primigenios… Y no sé si el editor lo pretendía pero su lectura ha resultado complicada por culpa de una estructura caótica.

Primero decir que la edición española que ha llegado a mis manos es desastrosa, con letras diminutas, con un índice inútil y totalmente errado, con mezcla de relatos de una página junto a otros larguísimos, etc. Y pensándolo bien, puede que esa leyenda de que leer el Necronomicón causa la locura, con un libro así un poco sí que se logra.

Segundo, si algún incauto se acerca a este volumen buscando una conexión con las películas de Sam Raimi –su saga ‘Evil Dead’– se decepcionará, pues el director tan sólo tomó el nombre y el concepto de un libro maldito (y lo adornó muy bien, eso sí). En Historia del Necronomicón –el único relato escrito realmente por Lovecraft, por desgracia– parece que el célebre autor pretendió ir poco a poco creando el mito de que su ficticio libro mágico había sido redactado en la realidad en un pasado remoto. Esta obra se fue completando gracias a otros autores de su esfera y fans posteriores, que es lo que en verdad contiene este compendio de relatos de terror, en que a continuación destacaré los más notables.

No voy a pararme a mencionar a los autores (más allá de un tal Robert M. Price, que según parece es el que llevó a cabo la compilación… o no, como ya dije, el dichoso libro no te aclara nada), pero los cuentos titulados El muro de Settler, El que aúlla en la oscuridad, Demonios de Cthulhu, El castillo en la ventana y La víbora son un poco así los más interesantes y mejor escritos.

En El muro de Settler dos amigos ven una muralla antigua junto a la carretera y ésta es imposible de escalar, y mientras más la investigan, más perturbadora se hace. Son la clase de relatos cortos de misterio que saben bien que las preguntas son más fascinantes que las respuestas; en El que aúlla en la oscuridad se nos plantea que dos americanos misteriosos se van a vivir a un castillo desde el cual raptan a aldeanos y hacen rituales con ellos, y asesinan mediante magia negra a familias enemigas. El protagonista al penetrar en el castillo descubre los experimentos horrendos que llevan a cabo, siendo este cuento el que más me ha recordado al cine clásico; en Demonios de Cthulhu un niñato le chulea a un bibliotecario el Necronomicón, y con él convoca a una especie de genio concede-deseos (spoiler: sale mal). Este me gustó más por la trama de malicia, envidia y traición entre los protagonistas que por sus connotaciones sobrenaturales; en El castillo en la ventana dos investigadores dan con una casa en que hay una ventana que da directamente al medievo (no hace falta contar que uno se caerá accidentalmente por ella). De nuevo al igual que en el relato del muro, se nos presenta un fenómeno inescrutable en que unos tipos curiosos (los personajes de estos cuentos siempre son gente culta) tratan de darle explicación racional; en La víbora, exponer cualquier ente artístico o poético al contacto con el Necronomicón trae como consecuencia la corrupción de aquél, provocando el inquietante efecto de modificar todas las copias de dicho ente a nivel mundial, haciendo incluso que la gente olvide inexplicablemente el original.

En fin, son relatos imaginativos y entretenidos, razonablemente bien escritos la mayoría, pero en que se han puesto juntos sin mucho tino relatos de tres páginas de extensión, con otros de noventa. Por ejemplo El Necronomicón: la traducción de Dee es el más importante, pues narra diversos episodios de la vida de Alhazred, el “árabe loco” que presuntamente escribió el ya mentado grimorio. Y estos episodios son toda una novela de aventuras con toques aterradores que quizá algún día merecerían ser llevados a la pantalla. Lo malo es que parte de esta novela corta es una especie de manual de brujería, y una relación de demonios ancestrales.

Y es a partir de ahí donde el librito se vuelve cansino, pues se ahonda una y otra vez en que ‘tal fragmento del Necronomicón lo encontró Fulano, pero se lo dio a Mengano y éste lo editó con una mala traducción que ahora, gracias a Zutano, vuelve a estar disponible blabla’, y yo no sé si estos tipos que se mencionan son reales o no, y ya me cansa el averiguarlo, y al final todo es que para hacer creer que el puñetero Necronomicón existe pero cada vez está más y más rodeado de enigmas. Sin ir más lejos El manuscrito de Sussex es toda una suerte de Levítico bíblico mezclado con el Silmarillion, o sea, un plomizo compendio de crónicas arcanas con una abultadísima y copiosa lista de nombres incomprensibles que siempre son Yol’gul o Gol’yul y así mil combinaciones idiotas. En fin, una genealogía de dioses demoníacos y un bestiario sin mucho interés. ¡Hay páginas enteras sólo de oraciones en un idioma inventado! Pero calla que también se describen ritos de iniciación hechicera que, seguramente, los masones y demás sectarios ricachones de la vida real han copiado. Y siempre profecías de la destrucción que ocasionará tal y tal bicho gigante.

A ver, no dudo que estos autores han leído y releído la obra de Lovecraft al completo, y han estudiado a fondo sus referencias históricas y mitológicas, y se han currado toda una biblia negra con paralelismos constantes entre la verdadera Biblia cristiana, el Corán islámico y la mitología clásica. Aunque comparar el Necronomicón con éstas me parece desacertado más allá de la forma, porque que yo sepa los primigenios y los dioses oscuros que aquí se describen son inequívocamente malvados, cuyo propósito “cuando regresen” será el de destruir, devorar y esclavizar. De modo que como religión siniestra, le veo poco público potencial, por más que se esfuercen estos escritores tan morbosos.

Pues eso, que mientras es una recopilación de cuentos de miedo e intriga, el libro se deja leer sin más y entretiene. En cuanto se convierte en una “contra-Biblia” para aprender a ser mago y tener poderes, y hacerse adepto de Nyarlathotep y de sus muertos (nunca mejor dicho), se vuelve una chominá mu grande. Bien escrita y trabajada, pero inútil.

En cuanto al cine de inspiración lovecraftiana, recomiendo ‘El palacio de los espíritus’ y ‘Re-Animator’. ‘Granja maldita’ tampoco está mal (creo que es mejor adaptación del relato El color que cayó del cielo que la que protagonizó Nicolas Cage hace poco). Mas sin lugar a dudas, el mejor largometraje que se ha realizado en que los monstruos imaginados por H.P. mejor han sido plasmados junto a su estilo de terror enfermizo y desesperante, es la producción de 1994 dirigida por John Carpenter ‘En la boca del miedo’. De hecho, uno de los relatos de este compendio escrito por un tal John Brunner, yo apostaría a que la inspiró fuertemente. Si leéis a Lovecraft con pasión, no os perdáis esta película.

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