Que conste que no veo nada mal esta nueva ola de cine de la II Guerra Mundial desde la perspectiva de la población civil sufriendo los estragos de los “libertadores” aliados y sus bombardeos indiscriminados. Ya la osada producción de los setenta MATADERO CINCO marcaba un nuevo rumbo (minoritario, eso por supuesto), amén de otros clásicos como las japonesas LA TUMBA DE LAS LUCIÉRNAGAS y la anterior (y más impactante si cabe) HIROSHIMA. Sin embargo, la mejor que he visto últimamente es sin duda LAND OF MINE, danesa al igual que UNA SOMBRA EN MI OJO.
El problema es que el guion de esta película en sí tiene un enfoque muy equivocado. Dejando al margen que intenta abarcar un total de cuatro historias ya de por sí complejas: el colaboracionista arrepentido, el niño que se queda mudito por el trauma, la monja en plena crisis de fe (la más tópica, plomiza y enervante) y el bombardeo que se supone es el eje central.
El verdadero fallo que le veo yo a esta propuesta es la manía “quedabien” y por tanto, muy falsaria, de que si los británicos ametrallan un coche donde van tres niñas y un viejo, ha sido un puro error de cálculo. Cachis, qué mala suerte.
El mismo bombardeo final (Spoilers) se nos presenta como una sucesión de ‘catastróficas desdichas’, de infortunadas coincidencias que propiciaron que las 100 toneladas de bombas en lugar de caerles a los seis nazis que aún quedaban en la ciudad, fueran a parar desgraciada y casualmente a un colegio atestado de niñas chicas. Qué mala suerte otra vez. Naturalmente, no falta la escenita en que los pilotos sienten la gran responsabilidad de estos hechos tan graves. Mas digo yo:
¡Bastante le importa a un piloto inglés o americano que la bomba que suelta le cae a un depósito lleno hasta arriba de nazis con Hitler a la cabeza, o si cae en un orfanato el día que regalan cachorritos, o si no cae en ningún sitio! Básicamente una mierda le importa, ya os digo yo. Y si no, echad la vista a nuestros cielos ahora.
Lo que quiero decir es que podéis consultar cuando queráis una lista laaaarga de ciudades que fueron convertidas en cenizas y en escombros por los aliados, y que lo hicieron cuando en dichas ciudades solamente había mujeres, niños y ancianos indefensos (los jóvenes en edad militar estaban en el frente). Todas ignoradas, todas olvidadas. Y no hablamos de un accidente aislado e involuntario como esta correcta película nos quiere mostrar: hablamos de bombardeos masivos con la intención de borrar del mapa Hamburgo, Düsseldorf, Colonia, Bremen, Hannover, Dresde, Dortmund, Núremberg y por descontado Berlín. Eso si no nos da por mirar hacia Oriente, donde además de Hiroshima y Nagasaki, los bombardeos incendiarios redujeron a ascuas humeantes a Tokio y un porrón más de ciudades (habitadas, insisto). Manila jamás se mencionará en una película, pero también sufrió un martirio inimaginable.
Queda mucho por hacer. Queda mucho por recordar.