
Estremece comprobar cómo los guionistas progres tienen el descaro y la desvergüenza de hacer suyas las causas que sean con tal de colarle al público blandurrio e idiotizado consignas buenistas que hagan creer a los unos y a los otros las maravillosas personas que son.
Esta vulgar y falsaria producción danesa manipula y juguetea con el espectador (insisto, descerebrado) para crear facciones de buenísimos y malísimos, como si de una peli de la Marvel se tratara, o como cuando Spielberg hace cine histórico.
Pero quiero hacer hincapié en lo poco que me ha interesado el frívolo y pueril guion de esta complaciente imbecilidad, y en lo mucho que me fascinan las contradicciones constantes en que viven a diario los progres de la vida. La película es tan juvenil que el personaje del doctor tiene que explicar la cosas que suceden ya que ningún otro personaje las entiende, y el director considera al espectador medio demasiado cretino para pillarlas por sí mismo (ahí le doy la razón, por cierto).
Esta película hace apología explícita y sin complejos de la monarquía absolutista, aun cuando el rey es presentado durante la primera mitad del film como un niñato medio chiflado y caprichoso. Es anti-religiosa, anti-militar, anti-aristócrata… Hasta ahí, todo muy progre UPS PERDÓN, quise decir muy ilustrado. Pero es inaudito cuando el monarca decide unilateralmente (e influenciado por un extranjero que se acuesta con su mujer) disolver el Consejo de Estado. Y la película, con dos cojones, pone música de alegría y liberación para festejar tan dichoso momento.
Es para flipar, siglos y siglos luchando por limitar tímidamente los poderes del rey y así evitar tiranías, y ahora resulta que las cámaras, los ministerios, los congresos y las asambleas son las malas, las que sumen al pueblo en el atraso y la miseria. Y la Iglesia, faltaría más.
No os comprendo, progres, ni os quiero comprender, porque me angustiáis. Odio vuestra falsedad. Cada día me cuesta más tolerar vuestra facilidad para mudaros de brazalete, de bandera, de moral. Una moral convenida y cambiante que desconcierta y atemoriza. Cuando os toca ser republicanos lo sois, cuando os toca ser demócratas decís serlo, cuando os toca ir de portavoces del “pueblo” grandes sermones nos dais. Y al día siguiente, creéis que un único y buen mandatario funcionaría mejor que una democracia corrupta; y que el “pueblo” no sabe lo que le conviene ni tiene capacidad para decidir por sí mismo; y que la guerra es buena… o es mala… o es regular… o medio buena… según quién sea el enemigo. Es inaguantable; vivir cerca vuestro es volverse loco o caer en la depresión. Sois los peores mentirosos imaginables, ya que además de mentir al mundo entero, os mentís a vosotros mismos, y lo que es peor, os da igual. Vivís tan felices porque al final, siempre encontráis la forma de elevaros por encima de los demás, y de borrar vuestro pasado sin el más mínimo coste emocional.