La delgada línea roja o el poder del montaje

Staros pronunció la palabra mágica que ningún tirano aceptará jamás. Esa palabra es ‘NO’.

He aquí una película que se divide en dos partes iguales: si dura un total de dos horas y cuarenta minutos, cada una de las partes es de una hora y veinte justo.

Yo soy de los que intentan quedarse siempre con lo bueno, de modo que a mí me bastó ver esa primera hora y media para recordar LA DELGADA LÍNEA ROJA como una increíble película de guerra. Después sólo tengo que adelantar hasta los créditos finales y andando. Y me parece que este contraste no está motivado por las famosas ocho horas que supuestamente rodó Terrence Malick, y que se equivocó con las tijeras desechando las partes buenas y dejando las aburridas.

No, aquí el problema está en que la primera mitad es un prodigio de ambientación, fotografía, sonido y demás elementos que te meten de lleno en un conflicto angustioso, en el cual el personaje del Capitán Staros es el verdadero héroe de guerra. Y lo es porque el director lo decidió así y lo plasmó así. No es el héroe clásico de OBJETIVO BIRMANIA ni EL DÍA MÁS LARGO, el que salta en medio del tiroteo y se lleva a su compañero herido a cuestas. Eso más que un héroe es ya un arquetipo, y la prueba es que cada cierto tiempo sacan el enésimo remake del superhéroe de uniforme. HACKSAW RIDGE fue la última que vi de este palo, que no aporta absolutamente nada pero a la gente le apasiona.

Staros se queda a resguardo en su trinchera, pero su oposición al coronel Tall, su negativa a mandar a chavales imberbes al matadero y su firmeza ante las previsibles consecuencias de su insubordinación, son la auténtica heroicidad. El cambio es tan radical y tan rompedor, que durante medio minuto la batalla prácticamente queda en silencio; hasta el coronel se queda parado y sin saber qué decir: el mundo calla solemnemente ante este sacrificio.

El directo nos dice ‘¡eh mirad, aquí hay uno que se niega a matar y a morir!’ Y todos nos quedamos embobados porque hoy en día… y desde siempre, la excepción, la aberración es esa: un ser humano al que no le da la gana obedecer a la masa. Por eso LA DELGADA LÍNEA ROJA es especial. Porque Staros no es propuesto para la medalla de honor. Muy al contrario, es degradado. Es un héroe, sin recompensa y sin agradecimientos.

PD: en otra nueva obra maestra del cine (que de vez en cuando salen), SIN NOVEDAD EN EL FRENTE, no había ningún Staros. Por eso todos mueren.

Una vez finaliza el primer y sobrecogedor asalto de la batalla, la película se convierte en otra y… poco más que decir. Poesía ampulosa y escenas de acción inverosímiles a partes iguales. Si quieres terminarla por puro protocolo, pues hazlo, pero ya se trata de otra historia distinta (con protagonista diferente incluido). El afán de los productores por meter a 20 o 30 caras conocidas da como resultado una narrativa errática, descentrada y sin rumbo fijo. Las intenciones se vuelven ambiguas, y se suple esta falta de metas concretas por citas de poetas modernos sin mucha conexión entre ellas, y ninguna con la película. La excesiva banda sonora sustituye a los diálogos, y los cañonazos son reemplazados por miradas.

A mí en lo personal me molestó que el ataque final consistiera en una desbandada sin orden ni concierto, en que un batallón de enemigos es reducido fácilmente por 35 o 40 soldados. No soy un experto en infantería ni nada, pero habría jurado que una compañía de japoneses fanáticos sería capaz de producir al enemigo un número de bajas superior a 0. Y no dudo del ardor patriótico de los productores, es sólo que la diferencia entre este escenario (más propio de RAMBO III) y el de la primera mitad es tan notable que te saca de la peli, y mira que te consiguió atrapar bien al principio. Por eso admiro y nunca dejaré de admirar este singular largometraje, por esa primera hora y media.

Por Staros, por todos los Staros del mundo. No estáis solos. La vida merece la pena gracias a vosotros.

Nos quieren muertos o viviendo su mentira‘.

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