El monstruo marino o normalicemos la pedofilia

– ‘Bueno, ¿qué me dices, lo intentamos? A lo mejor, si le ponemos ganas podría parecer real’.
Frase textual.

A estas alturas poco nos va a sorprender la enésima sobrada ideológica de Netflix. Me parece una lástima, pues la cosa técnica raya a un gran nivel, y puede que algunos de los personajes tengan su potencial, a pesar de su falta de originalidad: tío bobo + niña avispada (¡ROMPE RALPH! y tropecientas más).

Tampoco me preocupa mucho (insisto, a estas alturas) su chabacano mensaje final digno de tertuliano barato a lo ‘todo lo que dicen los libros de historia es mentira’. Por supuesto que es una pollez malintencionada, falsaria, repugnante, cretina, y por último, risible. Los nuevos mandamases igual de obsesionados que los antiguos por reescribir la historia según su conveniencia, y siempre con el objetivo (fallido) de legitimarse en su tiranía.

Pero lo que sí me alerta un poco más es el romance que subyace en la trama, entre un personaje de aproximadamente 30 años y una niña de unos 11. Teniendo en cuenta que es uno de los puntos fundamentales de la satánica Agenda 2030, la de legalizar las relaciones sexuales con menores de edad, esta película dirigida a supuestamente toda la familia no me tranquiliza nada.

La Agenda esa de mierda no es otra cosa que el nazismo de nuestros tiempos (se ve que cada dos o tres generaciones toca uno), y como ha ocurrido tantas veces a lo largo de esa historia que Netflix nos enseña “está llena de mentiras”, los expertos en propaganda y en espectáculo van a allanar el camino con sus panfletos dirigidos a las masas felices y satisfechas de ser adoctrinadas.

Lo que pasa es que los nazis tenían a Leni Riefenstahl.

Netflix a…

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