
Aunque para ser precisos, vamos a tratar también algunos precedentes destacables de finales de los 60 y algunos representantes más tardíos de esta tendencia en los inicios de los 80. Digamos que las películas que voy a mencionar en esta columna se stiúan entre 1966 y 1984, año este último muy simbólico precisamente por la novela futurista por antonomasia. Naturalmente, no mentaremos el cine escapista de enorme popularidad de este tiempo tipo LA GUERRA DE LAS GALAXIAS, ENCUENTROS EN LA TERCERA FASE ni SUPERMAN (incluso James Bond viajó al espacio en esta década con MOONRAKER).
Veréis, mucha gente cree que el cine de ciencia-ficción predice o profetiza el futuro, pero esto obviamente no es así. Hay incluso una corriente de pensamiento en la actualidad que considera todas estas obras (que a menudo son francamente aterradoras) como “primado negativo”, es decir, un plan maestro urdido por los de allá arriba para ir haciéndonos el cuerpo sobre lo que tienen preparado para nosotros y de este modo, que lo aceptemos de mejor grado.
No estoy de acuerdo. Lo que pienso yo es que grandes escritores y guionistas con mucha intuición y sensibilidad se dieron cuenta de movimientos, tendencias y modas francamente perniciosas para la sociedad que estaban ocurriendo en ese momento, no que ellos adivinaran que iban a ocurrir. El futurismo (el de verdad) por tanto no te adelanta lo que va a pasar, sino que explica lo que ya está pasando.
A la gente no le gusta que le den un sermón acerca de lo mucho que la está cagando. Los profetas del fin del mundo suelen ser tratados de lunáticos y la mayoría ni se molesta en escucharlos. Así que los autores con cierto genio disfrazan su mordaz crítica con fábulas fantásticas. Uno de los ejemplos más clásicos es el de Los viajes de Gulliver, en que Jonathan Swift construye todo un mundo increíble y mágico sólo para poner a la sociedad inglesa ante el espejo. Y si en los años sesenta tenían mucho éxito las pelis de cohetes espaciales y de viajes a Marte, los buenos guionistas aprovecharon la ocasión y brindaron a la gente entretenimiento, y a la vez, un buen rapapolvo sobre ciertas prácticas y comportamientos.
Son bastante explícitos los simbolismos de LA NOCHE DE LOS MUERTOS VIVIENTES, el totalitarismo cultural de FAHRENHEIT 451 y el totalitarismo racial de EL PLANETA DE LOS SIMIOS, no siendo ninguna de estas películas particular santo de mi devoción, pero les atribuyo un gran mérito. Por supuesto, sólo unos pocos somos sensibles al subtexto que albergan, mientras que el grueso del populacho simplemente querrá una y otra y otra secuela más de la peli de zombis o de simios de turno para echar el rato. Es por esto que yo pongo muchas veces en entredicho la “utilidad” del cine distópico o satírico.
Una prueba muy clara de esto último que digo está en que las historias que cuentan algunos de los largometrajes a los que me voy a referir son sorpresivamente apasionantes, pero por desgracia no han trascendido demasiado y han acabado olvidadas. Por ejemplo, la película de 1972 PROHIBIDO TENER HIJOS posee un guion extraordinario en que Max Ehrlich y Frank de Felitta ya nos previenen sobre la tendencia de los gobiernos de meterse en nuestras vidas privadas y en nuestras costumbres más íntimas, usando para ello a las fuerzas de “seguridad” del estado con toda la brutalidad necesaria para cumplir sus siniestros designios (es más, en China esto fue una pesadillesca realidad durante décadas).
En otro ejemplo en la otra obra de George Lucas de ciencia-ficción, la no tan conocida THX-1138, se pone de manifiesto la falta de humanidad (empatía, comunicación, amor, piedad, etc) que nos depara el futuro… o mejor dicho, que ya Lucas y Walter Murch observaron en aquel 1971.
Pero hay que decir que si muchas de esta películas pasaron desapercibidas para el gran público, no fue así para cineastas posteriores. Porque COLOSSUS, EL PROYECTO PROHIBIDO es de 1970 y tiene un argumento sospechosamente parecido al de TERMINATOR, que es 14 años más moderna (o JUEGOS DE GUERRA, del 83). Otra demostración más de que los espectadores le conceden crédito a la obra entretenida, y no necesariamente a la original (en efecto, COLOSSUS es algo lenta, pero me parece impresionante que en 1966 –año de la novela– un señor llamado D.F.Jones vaticinara que un súper ordenador pudiera llegar a suponer un peligro para la especie humana).
Este miedo también lo reflejó Michael Crichton en la peli de culto ALMAS DE METAL (WESTWORLD), de 1973, en que los cyborgs se convierten en una amenaza para sus creadores (tema también tocado en el libro ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, que dio lugar como ya sabemos de sobra a la película BLADE RUNNER en 1982). WESTWORLD tuvo por cierto una secuela en 1976 titulada FUTUREWORLD, en la misma onda sólo que más chabacana.
La constante del pensamiento futurista en esta época creo que se sintetiza en que los avances técnicos y científicos no caminan a la par con una responsabilidad y humanidad acordes, sino muy al contrario. Los investigadores de la nueva e imparable era tecnológica son presentados como personas sin conciencia, sin noción del bien y del mal, obsesionados tan sólo con el éxito de sus experimentos (en la peli del 82 de Chuck Norris –sí, de Chuck Norris– FURIA SILENCIOSA uno de los de la bata blanca dice textualmente ‘somos científicos, no moralistas’, en referencia a los destrozos y asesinatos que el engendro que habían creado en un laboratorio estaba cometiendo).
En este punto resulta descarada la mención a LA NARANJA MECÁNICA, la distopía de los científicos usando a las personas de cobayas por excelencia. Si bien los exponentes de esta creencia son muchos: LA FUGA DE LOGAN, LA ISLA DEL DOCTOR MOREAU, EL DORMILÓN… En LA AMENAZA DE ANDRÓMEDA, en THE CRAZIES y en VIRUS (EXTERMINIO) un agente patógeno mortal creado por el hombre se libera y desata el caos. En DESECHOS HUMANOS –una joya desconocida de 1979–, clonan a seres humanos en complejos alejados de las ciudades con el fin de extraerles órganos por los que los ricachones pagan grandes sumas (sirvió para que Michael Bay hiciera algo así como un remake llamado LA ISLA). En ATMÓSFERA CERO las drogas sintéticas tienen a los obreros trabajando como animales de tiro hasta que colapsan. En SOYLENT GREEN la escasez de los recursos (o más bien, la lucha por el control de éstos) empuja a las autoridades a comenzar a alimentar a la población con los cadáveres de los que van muriendo. ¡Hasta en ALIEN los mandamases sacrifican a toda una tripulación por el bien del progreso y la investigación!
Amigos, esto no podía pasar. Esto ha pasado. Está pasando. Seguirá pasando. Así de simple. Puede que no es guste la idea, puede que lo creáis simplemente material interesante para hacer películas, noveluchas de terror y tebeos para adultos. Pero por mucho que os comportéis como los zombis descerebrados y contentos de ir al centro comercial de DAWN OF THE DEAD (1978), eso no va a cambiar el mundo de pesadilla que nos deja vuestra indiferencia. O quizás sois como los abducidos de LA INVASIÓN DE LOS ULTRACUERPOS*, que señaláis con indignación y rostro desencajado a todo aquel que os molesta con sus inoportunas tonterías apocalípticas.
Sí, puede que lo único que os haga falta sean distracciones inmediatas y atrevidas, como un emocionante partido de ROLLERBALL, o una trepidante carrera de DEATH RACE 2000. En ambas películas de 1975 la muerte y la agresión son el espectáculo. Y al televidente le gusta participar de esta matanza, tanto o más que “al de arriba” proporcionarle los medios para que se entregue a dicha violencia, como bien quedó plasmado en ZARDOZ, alegoría escrita y dirigida por John Boorman en 1974.
Quedando muchísimas más en el tintero, he preferido obviar ciertos films que no he conseguido comprender, pese al gran prestigio que tienen, como LA MUERTE EN DIRECTO de 1980 o las insoportables películas de Tarkovsky. La “metáfora social” de LAS ESPOSAS DE STEPFORD me ha parecido tan explícitamente feminista que pierde su potencial (“reimekizada” penosamente en 2004 en forma de comedia).
Y si ya nos vamos hacia otra obsesión de la época por advertirnos (o infundirnos pánico, diría yo) de las supuestas consecuencias de la contaminación, las cintas enmarcadas en mundos post-holocaustos-atómicos son bastantes: THE OMEGA MAN (la versión setentera de SOY LEYENDA), A BOY AND HIS DOG, WIZARDS, MAD MAX, 1997: RESCATE EN NUEVA YORK y NAUSICAA DEL VALLE DEL VIENTO, esta última del estudio Ghibli. Asumiendo como cierto que iba a haber radicales cambios climáticos –seguramente debidos a una hecatombe nuclear–, ninguno de estos ejemplos de excesivo mensaje ecologista me convenció, salvo quizás la entrañable y peculiar (y de título confuso) NAVES MISTERIOSAS de 1972.
En fin, ya sea a través de la “Ciencia” (ese nuevo ídolo religioso), del entretenimiento a toda costa, o sencillamente de la fuerza bruta de toda la vida, estamos abocados a un futuro dictatorial en que la película 1984 resulta un buen remate a esta dosis de triste realidad fílmica.
* Podéis elegir cualquiera de las cuatro versiones de este guion, todas merecen la pena, la de los 50, la de los 70, la de los 90 y la de los 2000.