Esta serie documental está muy guay. En ella, un montón de tuercebotas muy famosos disertan como mejor pueden acerca del gran valor trascendental que tiene el cine de robots y de marcianos. Se ponen muy campanudos y profundos mirando a cámara, pero como son medio cretinos, el intento les sale mal.
El formato es el siguiente: James Cameron se sienta en una mesa en frente de otro director famoso. Se ponen a hablar (adornándose con grandes aspavientos y juegos de manos) de lo mucho que les gustó tal o cual película; intercambian unas cuantas frases propias de charla de ascensor, o de fiesta en que no conoces a nadie pero te esfuerzas por romper el hielo; se intercalan imágenes de las susodichas películas (las más comerciales que os podáis imaginar); sale alguno de los actores explicando dicha película por si algún retrasado no la captó, y fin. Seis episodios.
Me parece increíble cómo artistas de probado talento pueden llegar a ser tan necios y vulgares. Pero lo son. Hay que aceptarlo. Seguiré amando el cine a pesar de todo. Pero no dejo de preguntarme hasta qué extremo las personas que han hecho posible que me emocione profundamente con una película determinada (los actores, el director, el guionista…) no sean capaces de comprender lo más mínimo el tema que ellos mismos han desarrollado. Empezando por el conductor de esta obra en particular.
James Cameron ha resultado ser otro cateto ilustrado, inteligente y con ambición. Pero de intelectual tiene poco, por mucha pose de genio que ponga en la carátula.
Cuando una tía con gafotas acreditada como escritora de tal libro que nadie leyó (o que bien podría ni existir) me explica de qué va una película que todos hemos visto, y cree que por eso ya es una superdotada, me entra la risa pero también un poco el asco. Y en este documental aparecen tres de las mujeres más feas que he visto en mi vida, que unido a la repelente moda de enfocarlas bien de cerca, a cámara lenta y mirando directamente al objetivo, pues el resultado es de lo más desagradable. Tampoco ayuda que lo único que suelten ellas (y ellos) sean frases de perogrullo.
Y es que no hay cosa que joda más que cuando se ponen serios y dignos, y hablan de los “futuros distópicos” y de que hay que luchar contra la opresión si no queremos que nos pase como en las películas. Porque estos mierdas son los primeros que fueron a ponerse a la cola para que les pinchasen el veneno. Y los primeros en tratar de obligarnos a los demás. Les encantan los héroes rebeldes que ellos mismos escriben o interpretan, pero están muy lejos de parecerse. De hecho, son lo contrario.
Ya por pura anécdota, comentar que sale el hijo del Lenon y la Yoko hablando (¿¿¿???); que pese a los muchos minutos de la serie, el número de largometrajes mencionados es escasísimo; y que el 60% de ellos tienen un subtítulo con el año de producción equivocado. Se trata pues de un análisis superficial para adolescentes que quizás agrade al sector más limitado del populacho.
Ah, por cierto, en el sexto y último capítulo Steven Spielberg dice que le preguntó algo a Stephen Hawking. Supongo que lo haría en la Isla de Epstein. Y hablando de perversiones, Bob Gale refiriéndose a REGRESO AL FUTURO suelta la perla ‘a quién no le gustaría espiar a sus padres en su primera cita’.
Iuuks. Qué gente.