Afición, coleccionismo, especulación, fraude

Recuerdo una época curiosa en que en esas tiendas de 2ª mano repletas de trastos inútiles que no te dejan pasar, con docenas de inmigrantes buscando aparatos baratos, y con dependientes con caras de estar deseando morir, podías encontrar videojuegos antiguos al precio estándar de 5 euros, ya fuera por un NBA LIVE de Playstation2 sin instrucciones, ya fuera por el POWER STRIKE II de Master System completo y en perfecto estado (mi hermano y yo damos fe).

Aquello no podía durar mucho y efectivamente. Pero antes de que lo bueno acabara para el hombre de a pie, y de que esas tiendas chupópteras comenzaran a vender a 150 napos títulos que compran a euro, el menda tuvo el acierto de hacerse con una copia del COURIER CRISIS de SegaSaturn al asequible precio antes mentado. El beneficio de la operación en conjunto fue de aproximadamente 75 € en 2013 (hoy lo habría sido de 200 o 300, vete tú a saber).

El caso es que a cuento de esta lucrativa anécdota me puse a reflexionar la otra tarde y pensé ‘oye, y por qué eso que se suele llamar especular está tan mal visto’. Que yo sepa hoy en día se especula (es decir, se compra al menor precio posible para revender al mayor precio posible) con muchísimas cosas: moneda, deuda, acciones y valores en bolsa, propiedades, inmuebles, productos de toda clase, etc.

Creo que la concepción “satanista” de esta práctica viene de tiempos más apretados, décadas ha (si no generaciones ha), en que sinvergüenzas sin escrúpulos se atrevían a jugar con el valor de artículos de primerísima necesidad como alimentos básicos o medicinas. No hay que olvidar que precisamente en aquellos tiempos duros la pena por este delito (pues estaba tipificado como tal, no tan sólo mal visto como una actividad execrable) en algunas circunstancias era la muerte. Así que poca broma con eso.

Pero no estamos ahí, ni de coña. Ciñéndonos a los videojuegos y su coleccionismo, creo que todos convendremos en que se trata de un producto adscrito al lujo. Un lujo que probablemente ni un solo niño del primer mundo ha dejado de disfrutar mediante su móvil, su tableta, su ordenador o su videoconsola. La oferta de ocio electrónico actual jamás ha sido mayor, y cualquiera (niño o adulto) que desee jugar al juego que sea que tenga más de 15 años de antigüedad lo tiene a tiro de emulador en cuestión de minutos o de segundos.

Para mí, esto siempre se ha tratado de jugar y de divertirse. Por eso el mencionado COURIER CRISIS no duró ni una semana en mi estantería, pues os puedo asegurar que se trataba de una bosta infumable, y por lo tanto un espacio sobrante en mi colección. Y si alguien estaba dispuesto a pagar una bonita suma por esa mediocridad, por mí encantado. Sus razones tendría.

Pero observo que hay una especie de movimiento un tanto patético de amargados cuya gesta ahora parece que consiste en denigrar a cualquiera que pague o cobre un alto precio por un artículo llamémosle así “innecesario para sobrevivir”. Qué pronta es la gentuza en juzgar el dinero de otros, y en meterse donde no la llaman. A saber en qué imbecilidades tirarán ellos su dinero, pero francamente, a mí me la trae al pairo, no soy un loser como ellos. O al menos, intento no serlo.

Si alguien se atreve a pagar 500 dólares por un juego de la Nintendo ‘oooh, cómo se atreve; con la de niños que pasan hambre en el mundo; se gasta el dinero que tanto cuesta ganar en tonterías’. Y si alguien comete el crimen de vender por 500 dólares un juego de la Nintendo ‘buuuh, menudo caradura, por su culpa ese juego que antes podías encontrar por un precio razonable ahora se ha vuelto prohibitivo’. ¿En qué quedamos, panda de fracasados, en que son tonterías o que no lo son? ¿Cuando os los podéis comprar vosotros no lo son y cuando sólo lo pueden comprar personas con mayor poder adquisitivo ya sí vuelven a serlo? Si te apetece echar una partida al Mario, al Zelda, al Kirby, al Metroid o al Donkey, ¡simplemente hazlo y cierra el pico! Tienes miles de formas de hacerlo, envidioso de mierda. Así que calla y juega.

Resumiendo. Un servidor se considera un aficionado con notas de coleccionista. O traducido: me gusta tener siempre que me es posible un juego antiguo en formato físico, y jugarlo directamente en mi consola, y con el mando de toda la vida en las manos. Sé que para ello tengo que pagarlo y no le doy más vueltas. Soy consciente de que jamás tendré una super colección de cuatrocientos juegos, aparte de que si me tengo que deshacer de alguna de las joyas de mi catálogo para salir de apuros, no me supone ningún drama. Todo eso hace que yo no sea un verdadero coleccionista.

En cuanto al mal llamado especulador (para mí es un inversor)… pues allá él. Es un trabajo y supone un desgaste y un tiempo de dedicación, como cualquier empleo. Yo no tengo madera, pero bien por quien sí.

Otra cosa muy distinta son los miserables (pocos, gracias a Dios) que ahora les ha dado por trampear, regatear, “marrullear” y hacer falsas promesas a compradores incautos. Vender otra vez sus artículos, poner excusas baratas cuando provocan malentendidos, dar gato por liebre y vender falsificaciones como si fueran originales… yo qué sé, mil argucias y miserias propias de canallas, hijos y nietos de aquellos que vendían una barra de pan duro a una familia hambrienta por 50 veces su precio real.

4 comentarios en «Afición, coleccionismo, especulación, fraude»

  1. Gran tema y buena redacción, la especulación cada vez esta peor y lo peor es que la gente que compra esos juegos a exorbitantes precios ni los toca despues, haciendo perder la oportunidad a la gente que de verdad los quiere jugar, saludos

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  2. El problema no son los jugadores que invierten en juegos retro o los coleccionistas. Como dices, hay formas de jugar esos juegos sin problemas.
    La gente se refiere como especuladores a los canallas que compran 100 copias de un juego que acaba de salir al mercado y los quieren revender a 2 o mas veces su precio.

    Ojala les pasara a todos como a los de la playstation mini y el producto no saliera ni regalado.

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